La comunidad parroquial de San Ignacio de Loyola, de Torrelodones, celebró los 50 años de vida consagrada de la Hermana Cristina, perteneciente a la congregación de Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote. De estos 50 años de vida entregada, 27 han transcurrido en Torrelodones; donde callada y humildemente, la Hermana Cristina presta un inestimable servicio a nuestra sociedad.
Centenares de personas, entre miembros de la comunidad educativa y parroquial, así como algunos familiares de la Hermana Cristina, abarrotaron la Parroquia de San Ignacio de Loyola el pasado domingo 16 de septiembre para la ceremonia de acción de gracias por los 50 años de vida consagrada de esta querida religiosa.
La Hermana Cristina y el resto de religiosas de la pequeña comunidad de Auxiliares Parroquiales destinadas en nuestro municipio; impregnadas del carisma legado por el Padre José Pío Gurruchaga, fundador de su orden; realizan una inestimable labor que abarca no solo su misión en la Parroquia San Ignacio (y la iglesia del Carmen), sino también el Colegio San Ignacio, la Residencia Parroquial de Ancianos, y mucho, mucho más.
El Padre Gabriel —párroco de San Ignacio de Loyola, titular del Colegio San Ignacio y de la Residencia Sta. María de los Ángeles— recordó durante la homilía que en en 1921 el Padre José Pío Gurruchaga estuvo durante una de sus misiones en Torrelodones. Aquí —comentó— «entre otras jóvenes dispuestas a consagrar su vida, conoció a Mercedes Picabea». (La Hermana Mercedes Picabea fue la primera Auxiliar Parroquial que subió al Cielo y está enterrada en Torrelodones).
Además de remitirse a la historia y la misión de las Auxiliares Parroquiales, enlazando con el Evangelio que acababa de proclamar el Padre Ignacio (Mc 8,27-35), el párroco expresó: «…y nos permite ponernos también nosotros en camino; y es en ese camino, en el camino que a lo largo de estos 27 años en esta comunidad parroquial, Hermana Cristina, nos has hecho también recorrer a nosotros… a mi el primero». D. Gabriel recordó que «una vez que estaba yo muy desesperado, por obras en el colegio y con dificultades también en la Residencia Parroquial; como hace siempre la Hermana Cristina, me llevó aparte, como para que no oyera nadie, y me dijo: «padre, esté tranquilo, esto saldrá adelante; esto es de Dios, y no depende de Ud.». ¡Qué libertad más grande! Qué necesidad más grande tenemos nosotros de personas así», expresó D. Gabriel. «Cuánto está necesitado el mundo entero de personas que nos ayuden a darnos cuenta de que la vida no depende de nosotros… que el éxito de nuestras familias, de nuestra comunidad parroquial o de nuestros proyectos, de tantas y tantas cosas que nos pueden aplastar… Porque todos tenemos problemas, y existe la cruz…».
Continuando su vinculación al Evangelio del día, aludió a «el engaño que el maligno tantas veces teje en los cristianos para que no vivamos una vida plena, para que no estemos disponibles a Dios»; y refiriéndose a la homenajeada, que ingresó como religiosa a los 18 años, expresó: «Y en su sencillez, en su discreción, en el sí cotidiano, la Hermana Cristina no ha dejado de renovar cada día su disponibilidad a Dios. A veces sin que nadie lo supiera, a veces en lo escondido de su vida contemplativa, entregada en la oración de su capilla…».
Al terminar la misa, en la que colaboraron monaguillos correspondientes a varias generaciones, además del magnífico Coro de la Parroquia San Ignacio; D. Pablo Urosa, recitó una emotiva y a la vez divertida poesía que escribió para la Hermana Cristina, aprovechando también a recordar a Trini Muñoz, poetisa popular que falleció en 2017 a los 104 años (clic aquí para descargar poesía de D. Pablo Urosa en PDF).
Siguiendo la sugerencia del Padre Gabriel, tras recibir una Cruz con una dedicatoria de parte de la Parroquia San Ignacio, la homenajeada se dirigió a los presentes. Lo hizo contando breves anécdotas de cuando llegó a Torrelodones, 27 años atrás; y aprovechó para elogiar a la «comunidad cristiana muy acogedora, y muy generosa» que encontró. «Yo os doy gracias por el ejemplo que dabais y que no podré olvidar», expresó la Hermana Cristina. También tuvo palabras de elogio para la pequeña comunidad de religiosas de aquel entonces, que era «maravillosa, como la de ahora; donde hacemos más fácil todo lo que pueda pasar». Merece la pena escuchar su breve intervención en el siguiente vídeo, en la que la religiosa afirma que «he recibido de vosotros —de la comunidad— mucho más de lo que he puesto».
Finalmente, los asistentes pudieron saludar a la Hermana Cristina y disfrutar un ágape en el cruceiro y salón parroquial, al que se sumó el Padre José, que durante la ceremonia había estado confesando.
Por lo que hace, por lo que enseña, por lo que dice, por lo que calla, por lo que reza, por su ejemplo… Por su disponibilidad y su entrega; por velar por el alma de los sacerdotes, de nuestros hijos, de nuestros mayores, y de toda la comunidad; la Hermana Cristina es sin duda alguna, una de las personas que merecen nuestra mayor gratitud. Y sin embargo, eludiendo en su desmesurada humildad el merecido reconocimiento, a cada uno de los que se acercaban a saludarla el pasado domingo, ella les entregaba un recordatorio y les decía: «Gracias, gracias por todo».
¡Gracias por todo a usted, Hermana Cristina!; y gracias a Dios, por ponerla entre nosotros.
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