El Ayuntamiento de Madrid ha comenzado la retirada de «monumentos franquistas» de la capital; según informan medios como El País, donde se indica que el Ayuntamiento «sin comunicarlo a la Comisión de Patrimonio, tiró el monolito en recuerdo del Alférez Provisional, que se levantaba en el barrio de los Jerónimos, y la lápida al falangista José García Vara (Arrieta, 4). El viernes pasado se retiró la lápida conmemorativa del fusilamiento de ocho carmelitas en el cementerio de Carabanchel». Respecto a la retirada este último «¿vestigio franquista?» del cementerio parroquial de Carabanchel Bajo, el Arzobispado de Madrid ha emitido hoy el siguiente comunicado:
Comunicado tras la retirada de la placa en memoria de ocho carmelitas asesinados en la Guerra Civil
«Ha aparecido en los medios de comunicación una noticia que nos sorprende y preocupa: la retirada por parte del Ayuntamiento de Madrid de una placa en reconocimiento y homenaje a ocho beatos carmelitas asesinados en la Guerra Civil. Entendemos que se trata de una confusión, pues supondría una inadecuada aplicación de la Ley de Memoria Histórica, dada la exclusiva condición de víctimas de los carmelitas, pacíficos testigos de la reconciliación a la que todos debemos contribuir».
Arzobispado de Madrid
El breve y sobrio comunicado, pero que resulta elocuente al haber sido emitido por el siempre discreto Arzobispado de Madrid, o la reacción indignada de los vecinos del barrio de los Jerónimos al ver destrozado un monumento que llevan viendo hace más de 55 años; en nuestra opinión, nos retrotrae a tristes momentos de la Historia —no solo de España— en los que situaciones que comenzaron así, con gestos —justos para algunos— que son tomados como bofetadas por otros, entraron en una espiral ascendente de violencia y que terminaron muy mal. Incluso con gobiernos derrocados y mucha sangre derramada.
¿Tiene sentido emplear recursos públicos en destruir algo, aunque no nos guste o nos incomode? ¿Tiene sentido empezar con estas acciones que lo único que consiguen es exacerbar las posiciones ideológicas a riesgo de importunar la pacífica convivencia? Siempre en nuestra opinión, el riesgo de desatar la violencia que algunas veces se disfraza de Justicia es tan grande, que los «beneficios» —de haberlos— no justifican en modo alguno correr el riesgo.