viernes, 20 diciembre 2024
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«Niños con Pasión»: ¿Quiénes son niños de altas capacidades?

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Debido a su interés, reproducimos un artículo de Georgy Nuzhdin, profesor de la Escuela de Pensamiento Matemático «Miguel de Guzmán» de Torrelodones.

De una manera clara y amena, Nuzhdin arroja luz sobre el confuso concepto de «Altas Capacidades»; y ha acuñado la frase «Niños con Pasión», para referirse a los niños con esta cualidad. De ahí que ya se puede leer en la Escuela de Pensamiento Matemático, a la que acuden cerca de 400 niños, la frase que la define: «Una Escuela para Niños con Pasión».

Hemos descubierto que «Jorge» Nuzhdin —además de su evidente pasión por la educación y la pedagogía, a la que da rienda suelta en la EPM— tiene un currículum apabullante. Debido a su extensión, lo añadimos bajo el texto.

 

Altas Capacidades… ¿quiénes son? 

por Jorge Nuzhdin

Georgy Nuzhdin (Foto: Portal-español.es)Hay muchos niños que no están diagnosticados de altas capacidades y, sin embargo, lo son. ¿Una paradoja? En absoluto. Lo que nos confunde es el término, que alberga demasiadas acepciones. ¿Quiénes son, entonces, niños de altas capacidades?

Es posible que lo primero que nos venga a la mente al oír la expresión “altas capacidades” sea una especie de Einstein con pantalón corto, gafas de lentes gruesas y mirada perdida. Este niño prototípico no se relaciona con los demás, pone en aprieto a los mayores con preguntas demasiado difíciles y publica artículos en Scientific American. Esta imagen inspira curiosidad y respeto pero, por suerte, no tiene que ser verdad.

Tampoco es verdad que los niños de altas capacidades sean muy brillantes académicamente. De hecho, el porcentaje de niños que rinden igualmente bien en todas las asignaturas es muy bajo. Los niños empollones suelen ser trabajadores, atentos e inteligentes, pero no siempre (en realidad, pocas veces) llegan a mostrar resultados tan excepcionales como los que sí muestran niños de altas capacidades en una sola asignatura. Porque es natural que de entre todos los campos del saber sólo nos interesen algunos y los demás nos provoquen indiferencia. De modo que un niño de altas capacidades no tiene que ser el mejor de la clase.

¿Qué son las altas capacidades? El término es tan ambiguo como lo es la inteligencia humana. Sabemos que hay muchos tipos de inteligencia, y la espacial no siempre va acompañada a la lógica, que, a su vez, suele ser enemiga de la emocional. Cuando tenemos delante a un niño de “altas capacidades” es muy frecuente que una de las inteligencias le falle dramáticamente, hasta el punto de no poder relacionarse con sus compañeros o ser incapaz de memorizar el camino hasta su casa. Bien podría ocurrir lo contrario: poseer muchas habilidades sociales y ser incapaz de resolver una ecuación.

Lo que sí tienen estos niños es una capacidad de volcarse en su mundo y defenderlo a ultranza que sorprende a los adultos. Y la principal dificultad nuestra es saber reconocer en nuestro hijo esta capacidad de concentración y entrega en algo que a nosotros nos puede resultar lejano e indiferente. ¿Nuestro hijo se pasa todo el día tocando la guitarra? Malo, porque eso no tiene salidas. ¿Se pasa el día leyendo? Malo también porque no se relaciona ni practica deportes. ¿Sólo piensa en las matemáticas? Malo malísimo porque será el raro de la clase. Y cada vez que decimos “malo”, aunque sea en voz baja, le bajamos la autoestima, pisoteamos su futuro y despreciamos algo, a lo mejor lo único en lo que puede desarrollarse con libertad, gusto y pasión.

Porque los niños de altas capacidades son niños ante todo apasionados: les cautiva un tema o un pasatiempo, se emocionan de verdad cuando resuelven un problema o aprenden a tocar un tema musical, se entregan al objeto de su pasión. Y me tendréis que dar la razón: esta pasión es mucho mejor que la indiferencia que se ha extendido como plaga en los colegios e institutos. La capacidad de sorprenderse y emocionarse es la base de cualquier ciencia y arte, y es lo que da sentido a la propia existencia humana.

He visto a padres preguntándose con tristeza y decepción cómo es posible que su hijo haya memorizado 40 principios de ajedrez y no sea capaz de nombrar los huesos de su propio esqueleto. Yo no sólo lo veo normal sino lógico. El mundo del ajedrez es un mundo que el niño puede descubrir solo, por su cuenta, como un explorador, mientras que presentar el repertorio de los huesos como un viaje mágico es un reto dificilísimo que pocos maestros saben afrontar. Pero hoy día no suele ser el ajedrez lo que levanta pasiones. Los niños pueden dedicar todo su tiempo y energía a un videojuego, a los Pokemon o al rap e incluso llegar a ser grandes profesionales en esos campos. ¿Malo? No, no tenemos derecho a decirlo. ¿Consideramos que estas pasiones no son adecuadas? ¿Quizás hubiéramos debido llevarle de la mano a conocer otras?

Dedicación, pasión y concentración extrema cuando se trata de lo que les interesa y un desinterés generalizado hacia otras materias… Estos rasgos podrían ser propios de un niño de altas capacidades. Pueden mostrar resultados asombrosos en los tests de IQ o no mostrarlos. Pueden ser brillantes en matemáticas y no entender nada de física. Pueden parecer niños hiperactivos, maleducados y molestos hasta que conseguimos interesarles y acto seguido se convierten en los oyentes más atentos que hemos tenido nunca. Pero es importante recordar que, ante todo, son personas muy diferentes entre sí que, por motivos oscuros y pasajeros, han sido o no clasificados bajo el término “altas capacidades”. De modo que propongo llamarlos —sólo entre nosotros, que nos perdonen los psicólogos y metodólogos— “niños con pasión”. En realidad, casi todos lo son. Pero este hecho se hace patente sólo si esta pasión es descubierta, apoyada y alimentada. Entonces sí que da gusto.

 

Georgy Nuzhdin

  • Doctor en Psicolingüística (2012) por la Universidad Complutense de Madrid. Premio extraordinario de doctorado. Se ha especializado en la adquisición del léxico, léxico emocional, semántica cognitiva y computacional.
  • Título de Máster para profesores de Español como Lengua Extranjera por la Universidad Complutense de Madrid. (2004).
  • Doctor en Filosofía (1999) por la Universidad Estatal de Moscú (Lomonosov).
  • Licenciado en Filología Románica (1998) por la Universidad Estatal de Moscú.
  • Licenciado en Matemáticas (1995) por la Universidad estatal de Moscú (Lomonosov).
  • Autor de seis cursos de español publicados en Rusia, junto con Paloma Martín Lora-Tamayo y Carmen Marín Estremera.
  • Como docente ha impartido durante 17 años clases de lengua española en la Universidad Estatal de Moscú, Universidad Complutense de Madrid, European School of Economics. Ha ejercido como examinador DELE (Diploma de Español como Lengua Extranjera).
  • Creó el Portal Interuniversitario Español a finales de 2012 y es Profesor en la Escuela de Pensamiento Matemático «Miguel de Guzmán» de Torrelodones.

 

1 COMENTARIO

  1. Se me ha puesto la carne de gallina al leer, cuanta razon y que metodo mas primigenio tenemos el resto para este tema, desde hoy cambia mi forma de pensar y seguramente de actuar.
    Gracias

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