viernes, 22 noviembre 2024
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Álvaro Hernández Blanco: Un torresano en Hollywood

Álvaro Hernánde Blanco - De Torrelodones a Los ÁngelesSe llama Álvaro Hernández Blanco y es el protagonista de una de esas historias de «torresanos por el mundo» que merece la pena contar.

Con solo 10 años y fascinado por el cine, Álvaro comenzó a trastear con una cámara rodando cortos por Torrelodones. Creció, y esa pasión por el séptimo arte se convirtió en su profesión.

Con su talento y una licenciatura en Comunicación Audiovisual como equipaje, desembarcó hace dos años en Hollywood. Con las ideas claras y sabiendo a donde quiere llegar, a sus 24 años, se está labrando un nombre en La Meca del entretenimiento.

Álvaro vivió en Torrelodones entre los 6 y los 18 años. Antes de eso, vivía en Madrid y pasaba los veranos en Peñascales «en la casa de mis abuelos, con todos los primos, la piscinita…», recuerda.  En Torrelodones continúa viviendo su familia, y aquí tiene gran parte de sus amigos.

Su casa estaba en la calle Ebro, cerca del embalse. «Nuestro vecino era el padre de Butragueño. A veces, colábamos balones de fútbol en su casa y él nos devolvía otros, del año de la polka. Nos daba igual, porque sentíamos que eran los balones de la infancia del Buitre y que se nos pasaría algo de su talento si jugábamos con ellos, aunque estuvieran hechos harapos. No fue el caso…», cuenta divertido.

Álvaro Hernánde Blanco

 

Temprana vocación  de cineasta

¿Cuándo comenzaste a interesarte por el cine?, quisimos saber. «Desde que tengo memoria me ha fascinado el cine», contesta.

De pequeño veía muchas películas, y pronto pasó de interesarse no sólo por «la ilusión» que ejercían en él, sino también por «los mecanismos que regían esa magia». «Con 10 años cogí la cámara de mi padre y empecé a trastear», relata. Ya en esa precoz etapa experimentaba con «tipos de planos, trucos de montaje, ilusiones ópticas». Se convirtió así en «aprendiz de mago», y pronto comenzó a rodar sus primeros cortometrajes, con los hermanos y amigos. «Todo era muy rudimentario, algo cutre, supongo», dice, pero también considera que para la edad y medios que tenían «salían cosas muy chulas». Sin dudar considera que rodar cortometrajes por Torrelodones en su adolescencia le sirvió mucho para aprender «el lenguaje del cine».

 

Cortos exitosos

Álvaro Hernández Blanco rodando en el CaribeÁlvaro ha realizado varios cortometrajes premiados en el circuito de festivales. Sus cortometrajes «La Visita de Medrano», un corto noir, y «Érase una vez en la frontera», un western que rodó en el desierto de Navarra, se han proyectado en festivales en España, EEUU, México, Francia, Colombia, Canadá…; ganando varios premios. Él los escribe, dirije y edita, e incluso compone la banda sonora. «Los cortos son un formato formidable para explorar, aprender y encontrar tu estilo», asegura.

También ha rodado varios videoclips. «Con mi novia, llevamos un canal de cocina en youtube. Se llama La Cooquette, y lo presenta ella», añade.

 

La Generación Spielberg

Álvaro Hernánde Blanco, siempre detrás de una cámaraAl preguntarle con qué cineastas se siente identificado y qué tipo de historias le gusta contar?, no duda.
«Mi generación entera ha crecido con las pelis de un hombre en particular: Spielberg. Fue el primero en capturar mi imaginación. Indiana Jones, Jurassic Park, Los Goonies, E.T., Tiburón, Men In Black, Hook… Todas son cintas con su sello, que estampó en mi infancia por todos lados. Son películas que ejercieron en mí una gran influencia. A día de hoy me siguen conmoviendo como pocas», cuenta. Luego profundizó con otros autores con los que «mi fascinación creció». «Hitchcock, Devid Lean, Billy Wilder, Kurosawa, Bergman…», cita. «Lo primero en el cine es no aburrir, como bien apuntó Capra», dice. Además, cuenta, le gusta explorar «personajes interesantes, situaciones inquietantes». «Me encantan las películas que no acaban en cuanto salen los créditos, sino que dejan poso en uno y pasan a formar parte del espectador. Pelis que lleven alguna lección, alguna tesis que merezca la pena», dice, pero considera que «Cada vez se hacen menos películas así».

 

El panorama «desolador» del sector en España y la decisión de marcharse

Nos viene a la mente la canción de Loquillo, «Cadillac solitario», que dice: «Siempre quise ir a L.A., dejar un día esta ciudad, cruzar el mar…». Pero el caso de Álvaro no fue así. Aunque lógicamente siempre le atrajo la mítica Hollywood, se fue de España el 2 de enero de 2013, por otra razón. Se había licenciado en Comunicación Audiovisual en 2012 y  para él «fue desolador ver lo parado que estaba el sector en España». Tras meses «tocando puertas» y tratando de «forzar oportunidades», no había nada. En ese tiempo aprovechó para rodar un cortometraje bastante ambicioso, cuenta, pero estaba claro que en esa situación no había oportunidades de desarrollarse profesionalmente. Así que con su familia animándole a emprender la aventura, hizo las maletas y se fue «a probar suerte» en Hollywood.  Afortunadamente, el idioma inglés lo tenía «bastante pulido» gracias a que vivió una temporada en el Reino Unido.

 

Vivir y trabajar en Los Ángeles

«Desde que llegué a LA, me han surgido más oportunidades en el mundo de los documentales», nos comenta Álvaro. «En principio no me apasionaba tanto como las películas de ficción, pero ahora es un formato que me fascina», asegura.

Su labor es la de «montador». «Cojo las cantidades ingentes de material rodado y busco cómo juntarlo y ordenarlo todo en torno a la historia que queremos contar», explica. Le gusta su trabajo, del que asegura «Es un proceso muy interesante y lleno de creatividad».

Recientemente trabajó en Projecte Rwanda, del cineasta catalán Sergi Cervera. «Era un formato interesante, puesto que mezclaba realidad y ficción, con el genocidio de Rwanda del ’94 de trasfondo». Ahora ha terminado su labor como editor y guionista del documental Equinoccio, del cineasta mexicano Eduardo Verástegui. «Es una mirada muy humana a la pobreza de Perú, a través de los ojos de David Henrie, una estrella del Disney Channel. Ha resultado un documental muy bonito», valora.

¿Es complicado trabajar allí? ¿Hay mucha competencia?, le preguntamos.  «Sí, es complicado, porque aquí llegan los mejores de todo el mundo y hay que hacerse valer entre ellos».

¿Cómo nos ven a los extranjeros?, quisimos saber. «A los extranjeros nos ven bien. Es difícil encontrar alguien de LA de toda la vida; todo el mundo llega de fuera de la ciudad, incluso de muchísimos otros países, dando lugar a una ciudad muy heterogénea y colorida. Hay barrios como Koreatown, Little China, Little Ethiopia, Philippinotown, Little Salvador, Little Teheran… Los Ángeles es una cuidad extremadamente cosmopolita, y eso me fascina. Y en Hollywood más si cabe, porque gente de todo el mundo llega a la meca del cine para trabajar aquí, como hice yo», nos cuenta.

Según su experiencia «es una ciudad grata para trabajar», además de «agradecida»: «Si lo haces bien, la gente se acordará de ti y te volverá a llamar para el siguiente proyecto». «Hay más competencia que en España, por supuesto. Pero también hay más trabajos», concluye.

¿Dónde y con quién vives?
«Vivo en una zona llamada Culver City, con un compañero de la carrera y un compositor colombiano».

¿Cuáles son tus proyectos y expectativas?
«Espero seguir en LA y enlazando buenos proyectos. Hay semanas algo lentas, pero por lo general un proyecto lleva a otro, y cada vez son oportunidades mejores. Espero poder quedarme en Los Angeles para poder seguir dedicándome a lo que me apasiona, que es contar historias y llegar a mucha gente con ellas».

 

Torrelodones, siempre presente en el recuerdo

¿Tienes relación con gente de Torre?, le decimos a Álvaro Hernández.
«¡Por supuesto! En Torre pasé mucho tiempo de mi juventud. Iba al poli, a la biblioteca, a la escuela de música Nebolsin, a montar en bici, a comprar chuches… Mantengo relación con varios amigos de la zona, y cuando vuelvo, procuro verme con ellos».

¿Hace cuánto que no vienes?
«La navidad pasada. Y antes de eso, la anterior. LA está muy lejos de Madrid y no es fácil ni barato organizar esas escapadas. Pero una vez al año sí trato de ir. ¡Lo necesito!», comenta.

¿Qué echas de menos?
«De mi vida en Torrelodones echo de menos los veranos ahí, sentir cerca a los míos, la familiaridad de todo. Torrelodones me resulta un lugar cómodo, entrañable, donde no me faltaba nada», manifiesta.

¿Quieres decir algo a la gente de aquí que te lea? A los de Torre o a tus colegas de la “industria” del cine?
«Tan solo me gustaría mandarles un saludo y que sepan que tengo a Torre muy presente en esta nueva etapa de mi vida tan alejada de mi pueblo. A mis compañeros que me acompañaron en mis primeros pasos en el cine haciendo cortometrajes por los montes de Torre les doy las gracias por toda la ayuda que me prestaron con mucha alegría y disposición. Esos esfuerzos tan amateur fueron grandes lecciones de cine y sin ese recorrido sería difícil haber llegado donde ahora estoy»., empresa Álvaro al finalizar la entrevista.

 

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