La pregunta me la hacía hace pocos días Fernando, un buen amigo. La formulaba delante de mis hijos y de una de sus hijas, de 17 años. La verdad es que no estaba preparado para responderle, pero con la mirada de mis hijos clavada, esperando la respuesta, me vi obligado a balbucear un par de argumentos lógicos pero poco convincentes, para justificar que un millón y medio de jóvenes se reunieran en torno al Santo Padre.
Pragmático a más no poder, además de descreído de las supuestas bondades de la Santa Madre Iglesia -cosa habitual y hasta lógica, habida cuenta del gran impacto mediático de los casos de «manzanas podridas» en el seno de la gigantesca y universal Institución-, Fernando volvió a repetir: «Si, pero para que sirve que venga». Y continuó diciendo «¿no sería mejor que los millones que cuesta su venida se destinaran a los países que pasan hambre y que el que el que quiera verlo vaya a Roma?»
Esa última pregunta, me dio la posibilidad de llevar la conversación hacia otros derroteros, y comentarle que la financiación de la venida del Papa no costaba dinero al Estado, pues la pagaban entre los mismos peregrinos y las empresas patrocinadoras. Siguió en sus trece, y tras admitir que aunque fuera posible que al Estado no le costara dinero, e incluso que hasta ganara algo con ello, la pregunta original evadida, quedó flotando en el aire: ¿Para qué sirve que venga el Papa a encontrarse con un millón y medio de jóvenes en Cuatro Vientos?
La respuesta -que dicho sea de paso ni siquiera busqué- no me llegó hasta ayer, 16 de agosto, al volver a ver la vía 2 de la Estación de Tren de Torrelodones, en unas circunstancias totalmente opuestas a como la había visto exactamente una semana atrás, el 9 de agosto.
Aquél día, con fines periodísticos e intentando despojarme de sentimientos que entorpecieran la tarea informativa, presencié las labores de los forenses del Servicio Judicial y los Cuerpos de Seguridad del Estado, que siguiendo órdenes del Juez, retiraron de entre las ruedas del tren detenido en la vía 2, el cadáver de un joven, que sobre las 16.25, se había arrojado al paso de un Cercanías con destino Madrid (Nota relacionada).
El hecho no trascendió. Ni una sola línea en otros medios. Ni un dato que permita conocer las circunstancias que empujaron a ese joven a quitarse la vida. Encontramos lógico que la familia intente en su dolor, evitar que se conozcan los detalles. Pero eso nos lleva a pensar…¿cuántos otros casos habrá por año, por mes, o por semana? ¿será habitual que la gente se arroje bajo un tren a la vista de decenas de personas, se recoja el cadáver y todo siga su curso como si no hubiera pasado nada?
Ayer, el ambiente en la misma Vía 2 de Torrelodones, era diametralmente opuesto al de sólo una semana antes a la misma hora. Decenas de jóvenes felices se disponían a abordar el tren -quizás la misma máquina que puso fin a una vida-, para dirigirse a la Eucaristía de Inauguración de la JMJ en Cibeles.
No sabemos -al menos nosotros- qué circunstancias pudieron empujar a un joven a matarse en Torrelodones. Seguramente desesperación, sensación de soledad -aunque tuviera amigos y familia-, quizás un cúmulo de fracasos en los estudios, deudas, desconcierto, desazón, desilusión, tal vez una adicción, una enfermedad, incertidumbre por su futuro, un desamor… En fin, situaciones cualquiera de ellas que pueden ser desesperantes, especialmente si son vistas a través de la lupa de la juventud.
Lo que sí sabemos, porque lo vimos ayer en la Vía 2 de la Estación Torrelodones, y en el rostro alegre de centenares de jóvenes peregrinos que deambulan por nuestro municipio, es lo que sí hace feliz a un joven. Sabemos dónde reside la fuerza que puede sacarles del abismo de la droga, como a los chicos de la Comunidad del Cenáculo que están acogidos en el Colegio San Ignacio de Arroyo Viales. Sabemos porque lo vimos, qué es lo que les da fortaleza para superar los embates de la vida, por muy salvajes y lacerantes que sean.
Sabemos -porque lo hemos visto en Torrelodones- que la certidumbre de que no están solos, de que cualquier dolor puede ser ofrendado en beneficio de todos, de que su vida, por miserable que les pueda parecer, cuenta, y puede contribuir a una gran causa común. En fin, la certeza de que merece la pena vivir, en cualquier condición o circunstancia, porque el paso por este valle de lágrimas tiene un sentido, es la causa de la felicidad de los chicos que han venido a la JMJ. Solamente con Fe, se puede sufrir inmensamente y simultaneamente ser enormemente feliz.
A los jóvenes, lo sabemos todos, no les gusta ser un «bicho raro». Las mismas zapatillas, las mismas marcas, los mismos pantalones, las mismas palabras, la misma música… Y por qué no, la misma FE.
¿Por qué juntarlos en torno al Santo Padre, en vez de que vayan a verlo a Roma?
Hay jóvenes que provienen de países en los que demostrar abiertamente la Fe, les puede costar la vida. A los de España u otros países, hacerlo, les puede costar -a lo sumo- un comentario burlón. En cualquiera de los dos casos, ver que no están solos, que hay millones de jóvenes como ellos, a quienes también, reunidos ante la presencia del Santo Padre se les inflama el corazón y se les eriza la piel, al sentir la presencia tangible de Cristo entre ellos, no puede ser malo. Recordar la fuerza de la Fe, multiplicada por la comunión con tantos semejantes, seguramente les ayude mucho a lo largo de su vida.
A los pragmáticos como mi querido amigo Fernando, acostumbrado a analizar y escribir libros sobre terapias y conductas que favorezcan la felicidad, me gustaría preguntarles: si pudiendo constatar «empíricamente» que la Fe es una fuente de felicidad (el que no lo vea a través de los jóvenes que vienen a la JMJ, es que no quiere verlo), ¿Hay algo de malo en que el Papa se reúna con un millón y medio de jóvenes para compartir entre todos la inmensa felicidad de sentirse unidos en Cristo?
Aunque la JMJ costase muchísimo dinero, querido amigo, te pregunto… ¿Existe alguna terapia masiva que te ayude a ser feliz y cuyos resultados duren toda la vida? ¿Se puede con alguna de ellas conseguir que aunque sufras terriblemente, simultaneamente seas inmensamente feliz? Y si existe -en tus libros u otros-, ¿puedes con ella hacer felices a un millón y medio de jóvenes, a un precio menor que la venida del Papa?
En caso contrario, por favor, dejemos a los jóvenes alimentar su Fe, fuente inagotable de Felicidad empíricamente comprobada, permitiéndoles sin egoísmo, disfrutar en toda la plenitud que les sea posible, de la Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011.
Excelente nota.
Gracias desde Argentina.-
Efectivamente.En la actualidad la terapia de conducta, en base a la psicología empírica más reciente, hace hincapié en dos principios fundamentales para la efectiva aplicación de sus técnicas:
1. El respeto a los valores y sistema de creencias de la persona.
2. El uso de los recursos (morales y sociales) del propio sujeto para el beneficio de este mismo.
Si para alguien la fé o la espiritualidad puede aportar resultados positivos en su propia vida, ni los psicólogos (por mucho que personalmente dudemos de ella, como es el caso) ni el resto de los mortales tenemos autoridad para impedírselo
Agradezco el artículo. Considero que va siendo necesaria una sección de «Opinión» para terminar de bordar este genial medio de comunicación torresano.
Muchas gracias, Iker, por lo de «genial medio»! Tomamos muy encuenta tu sugerencia, para cuando comencemos con las nuevas secciones a partir de septiembre. Gracias!