viernes, 29 marzo 2024
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16 de Agosto: Cumpleaños y Santos de los amigos de Torrelodones.info

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Cumplen años hoy,  los siguientes amigos de Torrelodones.info:

Alejandro Medina

Felicidades para él, y para todos los que celebren su cumple o su Santo hoy!

(Mañana 17/8 cumplirán: Hector Bravo Camacho y Sandra Rey)

Santoral del 16 de agosto

Santos: Esteban, rey de Hungría; Ambrosio, Aredio, Armagilo, Arsacio, Balsemio, Basilia, Cisio, Demetriano, Diomedes, mártires; Cosme, Teodoro, Radulfo (Raúl, Rodolfo), Eleuterio, Simpliciano, obispos; Tito, diácono y mártir; Arsacio, confesor; Queremón, eremita; Roque, protector contra la peste; Serena, matrona.

Roque, taumaturgo († c. a. 1327)

Tiziano y Tintoretto (s. XVI) y Van Dyck y Rubens (s. XVII) pasaron a sus lienzos la imagen del santo que resume lo que nos ha traspasado la historia mezclada con elementos legendarios y que, luego, otros autores de menos nombre desparramaron por los templos de todo el orbe. En cualquier iglesia se puede ver a san Roque erguido, con una pierna llagada al aire, sombrero puesto, bastón en mano y gozando de la compañía de hermoso perro con un pan. Algún que otro pintor suele añadir en su expresivo cuadro un ángel, que es otra de las maneras de ver las cosas. Esos son los atributos del santo que, desde el siglo XV, goza de popularidad y veneración sobre otros muchos.

Parece que Roque nació en Montpellier de una familia noble y rica que arrastraba la pena de ver como pasaban los años sin descendencia. Sus padres se llamaban Juan y Libera. Por fin llegó el hijo tan anhelado, cuando se iniciaba el siglo XIV. Cuando mueren sus padres, vende todas sus posesiones y las convierte en limosnas para los pobres. El que hasta ahora vivió en el bienestar se desprende de lo que proporciona holgura y comodidad para convertirse en peregrino de Dios por el mundo con un bastón y sus sandalias.

Ha oído que en Roma hay males muy graves; además del destierro de Avignon, se ha declarado la peste y hacia allá se encamina a poner de su parte lo que pueda para remediar la calamidad, que la encuentra por el camino antes de llegar a su destino. En la Toscana y en Roma se le describe entregado ayudando a las pobres gentes que encuentran en Roque un enfermero, un médico, un enterrador, un hombre pródigo en consuelos y experto en levantar los ánimos de los apestados entre el horror de los lazaretos; despliega una actividad prodigiosa mostrando incluso cualidades de taumaturgo con curaciones inesperadas súbitas y milagrosas en nombre de Dios; su fama corre imparable porque el pueblo ha llegado a mirarle como a un hombre dotado de cualidades que le hacen capaz de vaciar los cementerios llenos.

Pasada la epidemia, se retira a Piacenza (Italia) como seglar. Pero lo que no sucedió mientras él atendía a los enfermos pasó en tiempos de mayor respiro y bonanza. Un buen día, el enemigo de la peste se sintió apestado. Y, como suele suceder en esos casos, la gente le huye y Roque sufre la soledad y el abandono más cruel hasta el punto de verse expulsado del hospital y puesto fuera de las murallas de la ciudad. Allá por los Alpes, construye con ramas de árboles una cabaña y se prepara a esperar la muerte. Cada día, un perro se le acerca con un panecillo en la boca y le lame las llagas, ofreciendo así todos los motivos para la iconografía posterior.

Curado, se decide a regresar a la patria. Y en este punto las versiones hagiográficas se diversifican. Unos lo describen, preso en Angera, acusado de traidor, encerrado en una cárcel donde le llega la muerte; luego un ángel escribirá su verdadera filiación en una tablilla, quedando todos llenos de admiración y asombro y desarrollándose un culto inmediato que, además, es apoyado por frecuentes milagros del Cielo. Otros lo hacen llegado a Montpellier donde es alcalde un tío suyo que no llega a reconocerle; acusado de espía lo meten en la cárcel, donde muere; una luz celestial se situó sobre el lugar indicando a todos que se había ido un santo; en el petate que llevaba se encuentran las pruebas que revelan su condición de noble que hizo tanto bien entre los suyos tiempo atrás y el descubrimiento de la cruz grabada en el pecho con la que nació hacen indiscutible su personalidad. El culto del pueblo agradecido surge espontáneo y la veneración popular se transmite de ciudad en ciudad con milagros sin cuento.

Parece que lo canonizó en concilio de Constanza por desaparecer la peste de la ciudad cuando lo invocaron, quedando así definida para siempre su condición de intercesor ante las situaciones de epidemias de peste, siendo los dominicos quienes se encargaron por cuenta propia de extender su veneración.

Es innegable la devoción y fervor popular prorrogado secularmente. Pero del reconocimiento histórico no puede afirmarse lo mismo. Han llegado mezcladas la leyenda y la tradición, con elementos muy difícilmente separables para atribuirlos a uno u otro campo. La primera fuente es la Acta Breviora, sin datos cronológicos y escrita probablemente en Piacenza, donde estuvo Roque, pasada la mitad del siglo xv, traducida al francés con algunas variantes por Phelipot en 1494 y de donde dependen las siguientes Vitas.

Pintoresco y popularísimo san Roque, con perro fiel y bastón, que no te demos asco ni miedo los apestados de hoy. Sana nuestras almas roídas por tantos egoísmos, cura nuestras úlceras del pus de la sensualidad que nos roe, deja que tu perro lama las pústulas fétidas de la envidia y del amor propio. Tú que ves las cosas desde arriba, ¿verdad que esta peste es mucho peor?


Esteban II, rey de Hungría (c. a. 970-1038)

Se llamaba Vaik, hijo de Geza, que era Duque de Hungría, unido en segundo matrimonio con Adelaida de Polonia con cuya ayuda se convirtió al cristianismo y se bautizó junto con su hijo Vaik, a quien cambiaron el nombre pagano por el de Esteban. Era allá por el año 973 y él había nacido unos años antes.

Esteban se casó al llegar a los veinte años con Gisela, que era hermana del que había de ser el emperador Enrique II. Sucedió como rey de Hungría a su padre. Dio al pueblo magiar, nómadas procedentes de Asia que se habían ido asentando a lo largo del Danubio durante todo el siglo VIII, estabilidad política al tiempo que facilitaba el camino de la fe cristiana a los que hasta el momento habían sido su terror.

Con un espíritu guerrero indomable tuvo que aplastar sublevaciones constantes y adquirió el prestigio que necesitaba entre los suyos y los vecinos.

Por amistad con el monje benedictino Ascherik o Astrik, que tenía toda su confianza y por aquel entonces era arzobispo, Esteban gestionó en Roma, ante el papa Silvestre II, la organización eclesiástica del país y la obtención del título de rey, siendo coronado en la Navidad del año 1000. Con ello conseguía la consolidación de su reino, que pasaba a ser feudo de la Santa Sede.

Vio que hacía falta, más que nada, la instrucción de aquel pueblo ignorante del Evangelio; estaba empeñado en sacarlo del paganismo. Pidió ayuda al abad Odilón, de Cluny, que entonces estaban en todo su esplendor, para que le enviara misioneros con cuya labor se crearon las primeras diócesis de Vespren y Esztergom.

Eran precisos igualmente los templos. No dudó en aportar fondos para construir la catedral de Szekesfehervar que se consagró a la Virgen y desde entonces será el sitio donde se coronan de los reyes húngaros y su panteón. Terminó de construir el monasterio benedictino de Martinsberg o Pannonhalma que había comenzado su padre en honor a San Martín.

Con sinceridad buscó ser honesto en la fe. Dedicó mucho tiempo a la oración, intentando aplicar a su vida los principios evangélicos; en palacio conocieron su frecuente penitencia personal; con los pobres, necesitados y enfermos demostró caridad fina, tratándolos con delicadeza exquisita y abriendo para ellos las arcas del reino, hecho que le hizo cobrar entre la gente fama de limosnero. Su madurez fue palpable en el modo de recibir la noticia de la muerte de su hijo Emerico en una cacería, cuando ya estaban preparadas las cosas para hacerle el traspaso del poder. En esta ocasión se le oyó decir «Dios lo amaba mucho y por eso se lo llevó consigo».

Su talante piadoso y lleno de bondades no le impidió arremeter contra el emperador Conrado II de Alemania, cuando le invadió sus dominios; lo mismo hizo con Polonia, defendiendo sus fronteras, y pactando en la zona balcánica con el emperador Basilio II para asegurar sus límites. En el gobierno interno también hizo gala de los usos de la época de hierro en lo tocante a la represión de las supersticiones que ahogaban al pueblo, empleando un rigor que en los tiempos actuales causaría espanto y hubieran llevado a la descalificación inmediata de los métodos; pero en el siglo XI era el sistema, Esteban lo usó sin miedo para acabar con las bárbaras costumbres paganas, y hasta osó extenderlo a casos de blasfemia, adulterio, crímenes y otros pecados públicos. Ni tampoco fue menos recio cuando fue preciso abolir el sistema tribal y cambiar la administración territorial por treinta y nueve condados coincidentes con las diócesis existentes, o al ser necesario someter las insolencias de los nobles rebeldes en su mundo feudal en aras de la unidad nacional.

Hizo lo que estuvo en su mano para facilitar las peregrinaciones a los Santos Lugares y a Roma queriendo que sus súbditos tuvieran contacto con las fuentes de la verdad y de la fe; intuyó certeramente que ello repercutiría en bien del reino; llegó a construir hospitales en Jerusalén, Constantinopla, Roma y Rávena.

Cansado con las intrigas, inquietudes y maquinaciones por el asunto de la sucesión al trono, ya anciano, murió en el año 1038. Lo enterraron en Szekesfeshervar. Y comenzaron inmediatamente las peregrinaciones del pueblo a su tumba por venerar los restos de quien había sido su buen rey cristiano, padre de pobres, guerrero y creador de un reino fiel a la Iglesia. Se agrandaron con las de los de los países vecinos, principalmente de Alemania y Bélgica.

Sus reliquias fueron expuestas en tiempo de Gregorio VII con el consentimiento del papa, y eso equivalía a la canonización actual.

El que la iconografía nos lo muestre anciano y con manto en los hombros a modo de casulla quizá nos quiera recordar que animó a su gente a ponerse en camino y a peregrinar, o que ayudó a peregrinos en su deambular, o que la vida es camino para la eternidad.

Fuente del Santoral: Archimadrid.org

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